Llaman los alemanes a la poesía “Dichtung”. El vocablo evoca “lo condensado”, “lo apretado”, lo “densificado”. Estamos hartos de palabras y a veces necesitamos “concisión”, no largos razonamientos sino intuición, no detenernos en minuciosidad y matices, sino contemplar lo esencial.
Uno de mis hermanos, el cuarto (diría la pequeña que nos tiene a todos numerados), tiene el arte de condensar en pocas palabras su experiencia. Me impresiona esta forma breve, concisa y bella, de decirla. Es casi un twittero de los 140 caracteres. Necesitamos poemas (condensaciones) que nos lleven hasta el umbral de la Trascendencia.
No hay poeta sin interioridad. El poeta es un juglar de la emoción, de la pasión y un desenmascarador del misterio que late en todo.
Perdón
No entiendo la desazón
que oprime el corazón
al pensar pedir perdón.
La ausencia de humildad
deja huérfana de caridad
a la insensible humanidad.
Es dulce palabra clave
que pronunciada suave
se convierte en la llave
de las puertas abatidas
en almas arrepentidas
por acciones cometidas.
9-XI-2010
Búsqueda – encuentro
Muchas veces meditando he dudado
en esta incesante búsqueda de Dios
si soy yo quien a Él ha encontrado
o Él a sí mismo a través de mis yos.
Si la creación y su universo es uno
como el origen de lo que todo salió
cada vez pienso que es oportuno
que el espíritu en mi se manifestó.
No con el fin de que yo a Él me acercara
después del trueno de la gran explosión
sino como medio para que Él contemplara
a través de los seres su manifestación.
10-XI-2010
Pobreza
Anoche lloré sangre,
secas tenía las lágrimas
de justicia es hambre,
mi alma eco de lástimas .
Se celebran muchas cumbres
sesiones fotográficas de orgullos
cuyos flash ciegan a los pobres
que se alimentan de murmullos.
Siempre finalizan con promesas
sustentadas en un dinero caritativo
para mandar alimento a mesas
de quienes se usan sin nominativo.
Se repite la historia del rico epulón
de cuyo nombre la Escritura omite
mientras al pobre se hace mención
Lázaro, nombre del amor que asiste.
10-XI-2010
Creyentes y ateos
Dos peces en el océano discutían,
uno creía de la tierra su existencia,
otro de los que en el no insistían.
Pasaba un pez que la discusión oyó,
y acercándose a ellos respondió
que del agua un día alguien lo sacó.
Les comentó como entonces adquirió la ciencia
de que tras importantes cuestiones en apariencia
se esconde como única solución la experiencia.
Infértiles por las ideologías son
meros pensamientos de filosofía
que se mantienen con todo tesón.
18-XI-2010
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Estos íntimos versos de Jesús me recuerdan a los de toda una generación de poetas que clamaron contra las injusticias de la guerra y sus consecuencias: la posguerra. Poemas que vertían impecraciones contra uno mismo y contra Dios por no entender la propia existencia. Poetas como Gabriel Celaya, Dámaso Alonso, Blas de Otero o Angel González, injustamente olvidados hoy, y a los que habría que volver para buscar sentido a la vida.
Hay un poema, especialmente, de Dámaso Alonso, perteneciente a su libro “Hijos de la ira” y titulado “Monstruos”, que me ha recordado los de Jesús y que dice así:
Monstruos
TODOS los dias rezo esta oración
al levantarme:
Oh Dios,
no me atormentes más.
Dime qué significan
estos espantos que me rodean.
Cercado estoy de monstruos
que mudamente me preguntan,
igual, igual, que yo les interrogo a ellos.
Que tal vez te preguntan,
lo mismo que yo en vano perturbo
el silencio de tu invariable noche
con mi desgarradora interrogación.
Bajo la penumbra de las estrellas
y bajo la terrible tiniebla de la luz solar,
me acechan ojos enemigos,
formas grotescas que me vigilan,
colores hirientes lazos me están tendiendo:
¡son monstruos,
estoy cercado de monstruos!
No me devoran.
Devoran mi reposo anhelado,
me hacen ser una angustia que se desarrolla a sí misma,
me hacen hombre,
monstruo entre monstruos.
No, ninguno tan horrible
como este Dámaso frenético,
como este amarillo ciempiés que hacia ti clama con todos sus tentáculos enloquecidos,
como esta bestia inmediata
transfundida en una angustia fluyente;
no, ninguno tan monstruoso
como esa alimaña que brama hacia ti,
como esa desgarrada incógnita
que ahora te increpa con gemidos articulados,
que ahora te dice:
«Oh Dios,
no me atormentes más,
dime qué significan
estos monstruos que me rodean
y este espanto íntimo que hacia ti gime en la noche.