El día 16 de septiembre de 2011 tuvo en vilo a toda una Congregación. Las Hermanas de la Caridad de Santa Ana -una red femenina que abraza los cinco continentes con su hospitalidad- tuvieron la extraordinaria iniciativa de reunirse todas y en todas las partes del mundo donde están, en oración y meditación y durante dos horas, para acompañar el discernimiento de la Comisión Romana sobre las virtudes heroicas de su Fundador, el Padre Juan Bonal. Fueron dos horas de contemplación de cada una de sus virtudes y de súplica para que las virtudes del Fundador impregnaran como aroma la vida de cada una de las Hermanas. Culminó el tiempo orante con la buena noticia de la aprobación de las virtudes de Juan Bonal: humilde presbítero, itinerante de la Caridad, pordiosero (una limosna, ¡por Dios!) predicador y confesor popular, difamado, marginado, perseverante y padre espiritual. Y llegó también la noticia de la despedida de Hermana Encarnación Garnica, Encarnación de la Hospitalidad.
Mi vida se cruzó con la suya en no pocas ocasiones. La razón fue la “misión compartida” en la cual el Espíritu nos pidió colaborar: una en el ámbito de la vida religiosa, otra en el ámbito de la juventud.
Hermana Encarnación Garnica colaboró con el Instituto Teológico de Vida Religiosa en una de las obras más importantes: expresar en un diccionario qué es y cómo debe ser la vida religiosa de nuestro tiempo. Ella aportó, en un denso y precioso artículo, la voz “hospitalidad”. Con el paso del tiempo ese artículo se ha ido revalorizando: ofrecía una visión no solo de la hospitalidad restringida a las órdenes hospitalarias, sino también una visión bíblico-teológica que en nuestro tiempo va adquiriendo horizontes insospechados. Ella misma vivió ese proceso de búsqueda. Disfrutaba con las nuevas perspectivas que la hospitalidad -en todas sus claves- le iba abriendo. Aprovechaba cualquier oportunidad para hablar del tema. Ella escribió lo siguiente:
Cuando Pablo pide la práctica de la hospitalidad (Rom 12, 13), piensa en hacer visible el amor, en la acogida recíproca -y no de cualquier manera-, sino cómo Cristo los acogió (Rom 15,7). Esto presupone un estilo de vida: no tener prejuicios, acoger al hermano con respeto, comprensión y afecto; servirlo en su necesidad y no deber otra cosa que amor recíproco (Rom 13,8). Acoger implica dar y darse…. Hacer presente al Padre como amor y misericordia es, en la conciencia de Cristo mismo, la prueba fundamental de su misión mesiánica. Y también será para el mundo, la prueba de la misión de sus discípulos (Diccionario Teológico de la Vida Religiosa, art. Hospitalidad, Publicaciones Claretianas).
Ella era “encarnación de la hospitalidad”. Prefería serlo con minúsculas. Siempre consciente de sus límites, pero también movida por sus grandes deseos. Su presencia elegante, atenta, sonriente, sincera, era una encarnación de la hospitalidad que estudiaba y transmitía.
Hermana Encarnación entendió que la hospitalidad tiene también una dimensión estética. No se acoge al otro de cualquier manera: hay que hacerlo con estilo, dignificando su persona y el contexto de la acogida. Más allá de los convencionalismos del marketing, ella luchó por hacer “bella”, limpia, dignificante, la hospitalidad. Y en ello ponía su atención y buen gusto, su sensibilidad estética. Le había sido concedido el don de intuir el lugar que cada cosa, cada persona, debía ocupar en el conjunto y cómo emplear los recursos humanos y económicos para crear ambientes de hospitalidad. Ella nunca pactó con el caos, el desorden, la confusión, la suciedad. La opción inequívoca por los más pobres la llevaba a configurar la hospitalidad con el orden, la armonización de los carismas, la elegancia de las acciones, la belleza sinfónica del conjunto.
No puedo olvidar la misión compartida con la juventud en las Pascuas de Artieda. Inolvidables eran los encuentros en aquel salón donde se agolpaban tantos jóvenes para seguir las catequesis y organizarse bajo su discreta dirección. No había nerviosismo ante las dificultades, ni enfados ante los problemas, ni desconcierto ante los imprevistos. Ella era la imagen serena de quien confía, sonríe y determina. Sabía ser una más; disfrutar del ambiente misterioso que a todos nos seducía; estar siempre abierta a la creatividad; arriesgarse a la innovación; conectar con inteligencia, sabiduría y cordialidad con los jóvenes y servirles la comida con su delantal.
En la última etapa de su vida nos encontramos en varias ocasiones. Siempre aparecía con su semblante sereno y también con sus eventuales achaques. Su espíritu seguía inquieto, buscando nuevos horizontes para el carisma de hospitalidad que tanto le hacía arder el corazón y le inquietaba la mente. Se ha ido poco a poco extinguiendo. El día en que se reconocen las virtudes heroicas de su querido Padre Fundador, Juan Bonal, ella puede exclamar desde su Calvario: “Misión cumplida”. Ella ratificó la nueva conciencia de su Congregación, expresada en este texto perteneciente a su XXVI Capítulo General:
Participamos como Congregación carismática en la Misión-Hospitalidad del Espíritu. No somos protagonistas de Hospitalidad, sino humildes colaboradoras en la Hospitalidad del Espíritu. Por ello reconocemos que el Espíritu nos ha agraciado con este don, este carisma. La Hospitalidad es nuestra esencia. Una esencia que va adquiriendo nuevas formas, nuevos rostros, gracias a la imaginación de la Caridad.
Hospitalidad y Jóvenes. Ya desde el cielo Hermana Encarnación -en la Pascua definitiva- puede influir, y lo hará, para que la hospitalidad se encarne en nuevos rostros jóvenes de hermanas, de hermanos, de la Caridad y para que quienes nos consideramos sus amigos y amigas compartamos el carisma y la belleza de la hospitalidad samaritana hacia los más necesitados de nuestro planeta.
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Agradezco muchísimo encontrar un recuerdo tan entrañable como cierto de la Hna Encarnación.
Me ha gustado lo de la estética de la Hospitalidad porque verdaderamente la encarnaba con ese matiz, tan característico.
El ejemplo de sus últimos años, colaborando en las tareas diarias, elegante aun con delantal han sido un motivo más para engrandecer su figura.
Agradezco muchísimo encontrar un recuerdo, tan entrañable como cierto, de la Hna Encarnación.
Me ha gustado lo de la estética de la Hospitalidad porque verdaderamente la encarnaba con ese matiz, tan característico.
El ejemplo de sus últimos años, colaborando en las tareas diarias, elegante aun con delantal, han sido un motivo más para engrandecer su figura.
Para mi tia Encarna esto de internet ya se le hacia grande, creo que nunca se llegó a imaginar que a traves de estas breves palabras su Espíritu de Hospitalidad llegaría a todos los rincones del mundo a traves de la red.
Las palabras escritas son muy acertadas y emocionantes para quien la tuvimos cerca, se ve que el autor la conocía bien.