En este segundo domingo del tiempo ordinario, nos encontramos entre la luz de la Navidad y el recogimiento de la Cuaresma. Hoy la liturgia nos habla del inicio de una nueva vida y utiliza la imagen de la “boda”, el icono del amanecer de una “nueva vida” en pareja.
Dividiré esta homilía en tres partes:
- El desposorio… nuevo amanecer
- El protagonismo de Jesús en el banquete del amor
- El regalo del Espíritu: los carismas
El desposorio… nuevo amanecer
La primera lectura -capítulo 62 del profeta Isaías- es sorprendente: nos habla de una esposa que es la ciudad de Jerusalén. La ciudad es joven. Su esposo la ama apasionadamente y es Dios mismo. Ella y su Esposo están enamorados y emprenden juntos una nueva vida. No se trata de una pareja de adultos que se reconcilia, sino de una pareja joven envuelta en el amanecer del primer amor.
La ciudad-esposa, que se ha sentido “abandonada”, “devastada”, ahora se reconocerá como “la predilecta”, como “corona fúlgida” y “diadema real”. Al final de la lectura, un centinela anuncia la llegada del Esposo como la aparición del sol, como una aurora que despierta a la ciudad, como una luz que ilumina sus murallas, como un amanecer.
El protagonismo de Jesús en el banquete del amor
El evangelio nos relata hoy la presencia de Jesús -junto con su madre (no se habla de José)- en una boda en Caná de Galilea. El evangelista Juan nos dijo previamente quién era Jesús: el “Verbo de Dios, hecho carne”. En aquella boda revela Jesús quién es Él. Su madre, María, está preocupada porque aquella celebración puede acabar en un fracaso: ¡No tienen vino! Ella sabía a quién recurrir: al gran Esposo de la Humanidad. Y como el centinela que anuncia la aurora María anuncia a los sirvientes: ¡Haced lo que Él os diga! Y la fiesta del amanecer esponsal se culminó en el gozo y la esperanza.
El regalo del Espíritu: los carismas
La lectura segunda nos habla del Espíritu Santo y de los regalos que concede a los seguidores de Jesús: san Pablo los denomina “carismas”. Es así como el Espíritu Santo se actúa y se muestra a través de cada uno de nosotros. Los carismas son “semillas” misteriosas que un día germinarán. Los carismas son “el vino nuevo” que se concede a cada uno. Haciéndolos germinar y actuar se construye la comunidad, el hogar. La humanidad está formada por gente extraordinaria, mujeres y hombres carismáticos. Con los dones del Espíritu la humanidad experimenta muchos amaneceres. Y quien concede los Carismas es el Espíritu del Amor.
Conclusión
Nuestro Dios no nos deja abandonados, ni desolados. Está siempre a nuestro lado: María la madre intercede por nosotros. El Espíritu Santo nos agracia con sus carismas: ¡descubrámoslos! ¡Hagámoslo germinar! Dijo el gran teólogo Karl Barth: “Si Jesús no se casó, fue porque su única esposa, su única novia, fue su Iglesia”. ¡Nosotros somos la Iglesia de Jesús! El salmo 95 lo expresa con esta invocación: “Cantad al Señor toda la tierra… bendecid su nombre”. Dispongámonos a un nuevo amanecer.
Impactos: 120
Bellísima reflexión. Desde ahí me surgió:
Reflexión (SyR)
Amanecemos, que no es poco.
Amanecemos humanamente a un nuevo día lleno de luz, gracia y paz. Amanecemos a la vida y a la esperanza. Amanecemos a las sombras y a la luz.
Amanecemos litúrgicamente al segundo domingo del tiempo ORDINARIO. Las lecturas del día nos sitúan en un ambiente de celebración y fiesta con el tema de las bodas de Cana en la que los novios reales no aparecen, sino, que Jesús es el novio y Maria es la novia, la esposa, quien prefigura a la Iglesia. Ella es la teotokos, la madre de la Iglesia y madre nuestra.
MARÍA como servidora se da cuenta cuando nos falta el vino y Jesús Aunque no había llegado su hora, aporta el vino mejor.
María Madre de la Iglesia y madre nuestra quiero un nuevo amanecer, quiero recomenzar, quiero y deseo el vino nuevo de la alegría, la salud, la paz, el servicio.
Madre buena, Virgen misericordiosa, POR tu gran poder intercesor, regalame el nuevo amanecer de carismas renovados para poder servir mejor.
Señor, Que tu ESPÍRITU transforme mi alegría para darme. Que tu ESPÍRITU madure cada intento por cambiar. Que tu ESPÍRITU fecunde cada amanecer. Con tu ESPÍRITU Señor transforme lo cotidiano, lo Común, lo rutinario, en novedad.
Simplemente Señor, Enséñame a amanecer: a un nuevo sol, a un día nublado y lluvioso, como a un día radiante y bello, al desierto como al más bello paisaje.
Santo Espíritu de Dios, condúceme y haz que amanezca allí donde la vida clama, donde el mundo me necesita, donde hay vidas QUÉ salvar, donde hace falta Evangelio por proclamar, manos por tender, y hace falta sonrisa para dar. Amén (Sor Ylma) 19 de enero 2025