La encíclica del papa Francisco “Dilexit nos” (“Nos amó”) nos invita a conectar con nuestra interioridad y a reconocer la importancia del corazón en un mundo que a menudo lo olvida. Presento aqui algunas de las frases que nos introducen en el mundo del corazón.
En este mundo líquido…
- “En este mundo líquido es necesario hablar nuevamente del corazón, apuntar hacia allí donde cada persona, de toda clase y condición, hace su síntesis” (Encíclica, n.9)
La encíclica describe el “mundo líquido” como un entorno caracterizado por la inmediatez, el consumismo desenfrenado y la falta de profundidad en las relaciones humanas; en este contexto las personas viven al día, buscan satisfacer deseos inmediatos sin reflexionar sobre el sentido de su existencia. Este mundo se encuentra dominado por los ritmos acelerados de la tecnología, dejando poco espacio para la introspección y el cultivo del corazón: corremos el riesgo de perder nuestro centro, nuestra identidad y de vernos arrastrados por la superficialidad y la dispersion que nos rodea.
En la filosofía occidental -ya desde la antigüedad- se ha desvalorizado el corazón. Y esta desvalorización se agudiza en este “mundo líquido”: estamos perdiendo la capacidad de amar, de conectar con los demás y de encontrar un sentido profundo a la vida o conectar con nuestra propia interioridad. Y ésto genera en nosotros un sentimiento de desarraigo y fragmentación.
Al devaluarse el corazón, se pierde la capacidad de experimentar el amor en su plenitud, tanto hacia nosotros como hacia los demás. Nos dejamos dominar por lo superficial que siempre carece de sentido y de trascendencia. Evitamos las “grandes y profundas preguntas”.
En un mundo caracterizado por la fluidez, la inmediatez y la superficialidad, esta frase nos invita a volver la mirada hacia el corazón, ese lugar donde cada uno encuentra su esencia, su verdad y su unidad. El “corazón” como antídoto a la “liquidez” del mundo actual. Nos invita a volver la mirada hacia nuestro interior, a cultivar el silencio y la introspección, a redescubrir la capacidad de amar y a conectar con la verdad de nuestro ser. Solo así podremos construir un mundo más humano, más justo y más fraterno.
Sin corazón… perdemos la poesía
2. “Cuando no se aprecia lo específico del corazón perdemos las respuestas que la sola inteligencia no puede dar, perdemos el encuentro con los demás, perdemos la poesía” (Encíclica, n. 11)
El corazón nos abre a una dimensión que va más allá de la razón, permitiéndonos conectar con los demás de manera profunda y experimentar la belleza del mundo.
3. “Ver llorar a las abuelas sin que se nos vuelva intolerable es signo de un mundo sin corazón” (Encíclica, n. 22)
Ante la tragedia de las guerras y la indiferencia del mundo, esta frase nos confronta con la necesidad de recuperar la sensibilidad y la compasión, valores esenciales que emanan del corazón.
En un texto anterior el papa Francisco hace referencia a las abuelas: ” En el tiempo de la inteligencia artificial no podemos olvidar que para salvar lo humano hacen falta la poesía y el amor… Pienso en el uso del tenedor para sellar los bordes de esas empanadillas caseras que hacemos con nuestras madres o abuelas. Es ese momento de aprendiz de cocinero, a medio camino entre el juego y la adultez, donde se asume la responsabilidad del trabajo para ayudar al otro”. (Encíclica, n. 20).
Poesía y amor para salvar lo humano
4. “Para salvar lo humano hacen falta la poesía y el amor. Lo que ningún algoritmo podrá albergar será, por ejemplo, ese momento de la infancia que se recuerda con ternura y que, aunque pasen los años, sigue ocurriendo en cada rincón del planeta” (Encíclica, 20)
En la era digital, esta frase nos recuerda que la esencia de lo humano reside en experiencias que trascienden la lógica y los algoritmos, experiencias que se guardan en la memoria del corazón y nos conectan con nuestra propia humanidad (Encíclica, 4).
La capacidad de amar… no ha muerto
5. “Él -Jesús- es capaz de darle corazón a esta tierra y reinventar el amor allí donde pensamos que la capacidad de amar ha muerto definitivamente” (Encíclica, 218)
Ante un mundo marcado por el egoísmo y la desesperanza, esta frase nos invita a confiar en el poder transformador del amor de Cristo, que puede renovar nuestro corazón y el del mundo entero.
Porque es indudable que a lo largo de la historia y en diversas partes del mundo el corazón se ha convertido en símbolo de la intimidad más personal y también de los afectos, las emociones, la capacidad de amar. Fuera de toda explicación científica, una mano colocada en el corazón de un amigo expresa un afecto especial. Cuando una persona se enamora y está cerca de la persona amada, los latidos se aceleran; cuando alguien sufre un abandono o un engaño de parte de una persona amada, siente como una fuerte opresión en el corazón. Por otra parte, para expresar que algo es sincero, que brota realmente del centro de la persona, se afirma: “te lo digo de corazón” (Encíclica, 53).
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