Una iglesia ávida de dinero y desconfiada de la Providencia poco se asemeja a Jesús. Lo mismo nos sucede a cada uno de los cristianos. La avaricia es un ídolo que se oculta en lo más profundo de nuestro ser y puede volverse más activa con el tiempo. De estos nos habla la liturgia de este domingo. Dividiré mi homilía en tres partes:
- El poder de la avaricia.
- El ejemplo de las dos viudas pobres.
- Contra avaricia ¡generosidad!
El Poder de la Avaricia
La avaricia es una fuerza poderosa que se disfraza de ahorro, austeridad y hasta mendicidad. Es una forma de idolatría que se manifiesta en la “idolatría del dinero”, donde el culto a Mamón se convierte en el centro de nuestras vidas.
Aquellos que no contribuyen al rendimiento económico son marginados, mientras que quienes pueden generar ingresos son bienvenidos. En este contexto, muchos buscan el dinero en lugar de la verdad o el Evangelio, ya que el dinero abre puertas y crea preferencias.
La avaricia nos encierra en nuestros propios intereses, dificultando la generosidad y la comunicación de nuestros bienes. Se convierte en un huésped incómodo en nuestras vidas, justificando nuestra falta de entrega con excusas intelectuales. A menudo mantenemos una relación secreta con el dinero, ocultando nuestra verdadera generosidad. Aunque podamos tener abundancia, siempre parece que seguimos necesitados.
El ejemplo de las dos viudas pobres
Las lecturas de este domingo presentan a dos viudas pobres: la viuda de Sarepta y la viuda del Templo, ambas bajo la mirada atenta de los profetas Elías y Jesús.
Elías desafía a la viuda de Sarepta a compartir su última ración de comida, y ella, confiando en Dios, decide hacerlo. Al hacerlo, expulsa la avaricia de su vida y demuestra que “quien a Dios tiene, nada le falta”.
En el Templo, Jesús observa a los escribas devorando los bienes de las viudas bajo el pretexto de largos rezos. Contrasta esto con la generosidad de una viuda que, al depositar dos monedas en el tesoro del templo, da todo lo que tiene para vivir. Jesús llama a sus discípulos a fijarse en ella como ejemplo de verdadera generosidad.
Contra avaricia ¡generosidad!
El consumismo moderno es otra forma de avaricia; quienes son avariciosos son adictos al dinero y lo que pueden obtener con él.
Jesús nos invita a “darlo todo” como la viuda para ganarlo todo. La opción preferencial por los pobres se convierte en un mero discurso si estamos dominados por la avaricia.
La avaricia es un demonio que solo puede ser exorcizado por el Espíritu Santo, quien genera en nosotros el dinamismo de la entrega generosa.
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