¡JESÚS ENCABEZA LA MARCHA! Domingo 30 del tiempo ordinario, ciclo B

Dividiré esta homilía en cuatro partes:

  • Un camino de cambio
  • La “marcha de la alegría”
  • La marcha hacia Jerusalén y Bartimeo
  • Pueblo “en marcha”

Un Camino de Cambio

Las marchas y manifestaciones son fenómenos comunes en nuestras sociedades, donde miles de personas se unen para expresar sus demandas. Estas “procesiones seculares” suelen tener un recorrido simbólico y una cabecera compuesta por líderes que presentan la causa de la movilización. Los participantes, a menudo, claman, muestran gestos simbólicos o portan pancartas que reflejan sus reivindicaciones: marchas contra el hambre, la violencia, en favor de la paz y la libertad.

A lo largo de la historia, estas manifestaciones han sido cruciales para derribar dictaduras, cesar guerras y promover la aceptación social de grupos marginados. Este domingo, las lecturas de Jeremías y Marcos también abordan el tema de las marchas, revelando una conexión profunda entre ambas.

La “marcha de la alegría”

Jeremías describe una “marcha de la alegría”, un estallido festivo donde Dios lidera a un pueblo que regresa a su tierra prometida. Esta multitud incluye a ciegos, cojos y mujeres en diferentes estados, todos buscando la libertad y la vida en la casa del Padre.

La “marcha hacia Jerusalén” y Bartimeo

Por otro lado, Marcos presenta una “marcha decidida hacia Jerusalén”, encabezada por Jesús. Esta marcha es tensa; Jesús ha predicho su sufrimiento y muerte, lo que genera miedo entre sus discípulos. Sin embargo, ellos superan ese temor y lo siguen. En el camino, se une Bartimeo, un ciego que clama por compasión. Su grito es su pancarta política: reconoce a Jesús como el Hijo de David y el verdadero rey de Israel. A pesar de los intentos por silenciarlo, su clamor llega a Jesús, quien lo llama e integra en la marcha. Bartimeo recupera la vista y se une a Jesús con alegría.

Pueblo “en marcha”

Ser Iglesia implica ser un pueblo en marcha con objetivos claros. No se trata solo de rituales o manifestaciones vacías; es seguir a Jesús en su misión contemporánea. La Iglesia debe ser un agente activo en las grandes causas sociales, acercándose a las injusticias que enfrentan muchos.Es fundamental que quienes seguimos a Jesús no nos equivoquemos de marcha ni defendamos causas ajenas a su mensaje. Debemos cuestionarnos: ¿A quién seguimos? ¿Estamos alineados con el poder humanizador o con el poder opresor?

Oración final

“Jesús, hijo de David, ten compasión de mí. Cuando me veas ciego y temeroso ante los poderes del mundo, llámame para darme fuerza y seguirte con alegría. Quiero integrarme en la marcha de los redimidos y perder el miedo que me paraliza. Ten compasión de tu Iglesia al inicio de este nuevo tiempo; llámala y ponla en marcha para encabezar la gran manifestación de tu Reino que transforma todo.” 

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