Domingo III de Pascua
Este domingo nos plantea una seria cuestión: ¿es posible detectar el Mal? Por muy inteligentes que seamos, el Mal se nos oculta, se camufla, nos engaña. Está a nuestro lado como un monstruo transfigurado, como un lobo con piel de oveja. Es fácil convivir con él, sin darnos cuenta.
Dividiré esta homilía en tres partes:
- El pecado es “deicidio”, “crimen perfecto”
- Cómo detectar el mal
- El Cuerpo de Jesús, la nueva Alianza
El pecado es “deicidio”, “crimen perfecto”
Estamos en el tiempo de la Alegría pascual. Y sin embargo, las dos primeras lecturas de este domingo nos hablan del “pecado”: la lectura de los Hechos de los Apóstoles nos lo presenta como “deicidio” (“matasteis al Autor de la Vida”) y la lectura de la carta de Juan como “mentira”.
Estos dos textos nos indican que la Resurrección de Jesús es “apocalipsis” o “revelación”, que nos ofrece la clave para distinguir el bien del mal.
El crimen perfecto suele ser indetectable: borra sus huellas… elimina todas las pistas. Los responsables de la muerte de Jesús realizaron el crimen perfecto: ¿A quién culpar? Basta un genérico e inofensivo “¡todos somos culpables!” para darnos por satisfechos. Es un crimen de tal forma ritualizado, que a nadie incomoda. Así entramos en un estado de ilimitada banalidad: más allá del bien y del mal.
La causa de aquel horrible crimen no desapareció: sigue presente en la humanidad y sigue creciendo. Al decir “yo pecador”, “todos somos pecadores”, estamos diciendo que también nosotros colaboramos en aquel “deicidio”, que participamos en el “¡crucifícalo! Y Jesús nos disculpó ante Dios Padre al exclamar: “¡Perdónalos, no saben lo que hacen!” Pedro, el primer apóstol sí lo sabía: “¡Matásteis al autor de la Vida!”. ¿Se puede decir algo más horrible?
El teólogo protestante Karl Barth definió el pecado con tres palabras terribles: deicidio, homicidio y suicidio. El pecado nos vuelve deicidas, homicidas y suicidas. Darse cuenta de ello es “dolor de los pecados”. Que no duela… es banalidad y mentira.
Cómo detectar el mal
Quien vive en Cristo Jesús y lo ama, se da cuenta de la monstruosidad del mal, pero está convencido de que el Mal puede ser vencido. Y se guía por este criterio: “todo aquello que puedes colocar en la cruz de Jesús es cristiano; lo que no puedes colocar en ella no es cristiano”. En la cruz de Jesús no hay soberbia, ira, gula, lujuria, avaricia, pereza
Ninguno de los siete pecados capitales tiene lugar en la cruz de Jesús: soberbia, envidia, ira, gula, lujuria, avaricia, pereza. Si Jesús en la cruz disculpa, no será entonces bueno, acusar a los hermanos; si Jesús en la cruz está desnudo, no será tan bueno preocuparse tanto de cómo uno se viste; si Jesús en la cruz quiere ser signo de reconciliación, no es cristiano evitar caminos de reconciliación… Nosotros, la Iglesia católica, deberíamos preguntarnos si todo lo que hacemos, si nuestras estructuras y modos de actuar, tendrían su marco adecuado en la cruz de Jesús….
El Cuerpo de Jesús: la nueva Alianza
El evangelio de hoy nos muestra la bella pedagogía de Jesús ante quienes están sobresaltados por la fuerza del mal. Se les aparece y les habla con impresionante ternura: ¿Por qué estáis tan asustados? ¿Por qué tenéis esas dudas en vuestro corazón? Y les pide que se acerquen a Él: ¡Ved mis manos y mies pies! ¡Soy yo mismo! ¡Tocadme! ¡Mirad! ¡Todo… tenía que cumplirse!
Después los invita a proclamar su resurrección en todas las naciones.
La humanidad no está dejada de la mano de Dios. Y los discípulos de Jesús hemos de proclamarlo:
- No demos importancia al mal: la Muerte ha sido vencida y ya no tiene aguijón;
- El Señor no está ausente. Como decimos en la Eucaristía: “El Señor esté con vosotros”
- Adoptemos un rosto de victoria y alegría. ¡Nada de amargura y tristeza!
Conclusión
Cada Eucaristía es volver Cenáculo para disfrutar de las palabras y la presencia del Señor. Cada Eucaristía es una aparición pascual. En cada Eucaristía se renueva la Alianza y Jesús nos dice una vez más: “A pesar de todo, os quiero y os quiero para siempre”.
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