Este domingo nos vemos confrontados con la gran cuestión del “perdón”. ¿En qué consiste el perdón? ¿Qué es perdonar? ¿Qué efectos produce el auténtico perdón en el mundo?
Lo que es evidente es que hay mucha gente, que no ejerce el perdón. Y sólo exigen justicia, justicia y justicia. ¡Su propia justicia! ¡Perdonar sin condiciones previas no es moneda corriente!
Dividiré esta homilía en tres partes, siguiendo las tres lecturas:
- El demonio de la ira, no perdona
- ¡Vivir para…!
- La gracia del PER-DÓN
El demonio de la ira, no perdona
“El furor y la cólera son odiosos”, nos dice el libro del Eclesiástico. La ira nos surge cuando vemos que alguien inferior, se quiere sobreponer a nosotros que nos consideramos superiores. El iracundo tiende a destruir al otro, o rebajarlo y pierde fácilmente la mesura. La ira no es solo carácter. Es maldad en la persona
La ira enciende en nosotros, los motores de la agresividad, disminuye la inteligencia, enfría el corazón Propio de los demonios es vivir siempre encolerizados. Por eso, la mansedumbre es la virtud que más odian los demonios. La cólera oscurece el alma.
¡Vivir para…!
San Pablo nos pide que vivamos para el Señor. Cuando el Señor Jesús es nuestro principio de vida, todo en nosotros se llena de vitalidad, de luz, se potencian todas nuestras energías.
¡También en la muerte somos del Señor! Morir “conectado” al Señor es la forma más vital de morir. Porque es “pasar” a la resurrección.
¡La gracia del PER-DON!
¡Qué palabra tan interesante! Está compuesta de un prefijo “per” y un sustantivo “don”. Significa, por lo tanto, un “don” que es “per”, “super”. Se reduplica, se potencia el don hasta el máximo. Per-donar no es únicamente “donar”, es mucho más, muchísimo más. El mayor regalo que podemos hacernos se llama “per-dón”.
Pero ¿puede alguien perdonar? ¿No excede nuestras fuerzas? ¿Puede perdonar el esposo a la esposa que le ha sido infiel, o la esposa a su esposo infiel? ¿Pueden obligarnos a perdonar? Debe haber en nosotros una fuerza capaz de perdonar a quienes nos ofenden, si no, el mandato de Jesús no sería un deber serio. Puede perdonar quien ha recibido ese poder como un regalo, una gracia.
Perdonemos sin razones suficientes. Si para perdonar hubiera que tener razones, también habría que tenerlas para creer. Si perdonamos es porque no tenemos razones. Las razones del perdón suprimen la razón de ser del perdón. No hay derecho al perdón. No hay derecho a la gracia. El perdón es gratuito como el amor. No hay mayor alegría que saber perdonar y sentirse perdonado.
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