EL SEMBRADOR DE “SEMILLAS” (Domingo 15, ciclo A)

Había en un mercado un puesto agenciado por ángeles, donde todo se ofrecía gratuitamente. Muchos se acercaban para obtener algo valioso, pero salían con las manos vacías. Un observador tuvo curiosidad y se acercó. ¿Qué desea usted? le preguntó con exquisita amabilidad el ángel del mostrador. Aquel hombre extrajo de su bolsillo una pequeña lista de cosas esenciales que necesitaba: una casa, un trabajo bien remunerado, un  buen automóvil, salud … El ángel del mostrador le respondió con mucha amabilidad: ¡Aquí no vendemos resultados… solo semillas!

¡Este es el mensaje de la liturgia de este domingo, que dividiré en tres partes:

  • Lluvia y nieve
  • Gemidos y parto
  • Semilla y cosecha

Lluvia y nieve: el optimismo del profeta

La Palabra de Dios es más eficaz en boca de un profeta, que en boca de un sacerdote o de un líder político. El profeta Isaías era humilde.  Se sentía “hombre de labios impuros en medio de un pueblo pecador”. Dios lo escogió para que su pueblo saliera de la depresión. E Isaías habló al pueblo de lluvia y de nieve. Ambas eran una buena noticia contra la sequía, contra la infecundidad de la tierra. Isaías decía que la Palabra de Dios era lluvia y nieve. Pero cuando se recibe la Palabra hay que ponerse a trabajar: sembrar, atender a la tierra, esperar que germine, recoger los frutos, distribuirlos. El Creador crea creadores.

 No nos acostumbremos a la sequedad espiritual, fuente de infecundidad. La Palabra de Dios es nuestra lluvia y nieve… a su tiempo producirá sus frutos misteriosos e inesperados con nuestra colaboración.

Gemidos y parto

También san Pablo vió la realidad desde la perspectiva de la semilla. En el seno de la creación hay mucha vida que puja por nacer; el sufrimiento de la humanidad no es de muerte: son dolores de parto. La creación está expectante hasta la plena manifestación de los hijos de Dios. Alguien quiso destruir este germen, pero nunca lo conseguirá, porque “los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá”.

Semilla y cosecha

¡Qué bella es la imagen de Jesús, “el sembrador”! Él no vino a desactivarnos, a cargar con nuestras cargas, a facilitarnos una descansada vida. Él vino para “sembrar” y para invitarnos a ser trabajar en su campo. Jesús lo expresó de otra forma con la parábola de la semilla.

El cristiano recibe constantemente la semilla de Dios. Jesús sueña que nuestra tierra sea buena para que la semilla produzca incluso el 100 por 100. ¡Qué pena ser tierra infructuosa!

Conclusión

Cuando deseamos que todo se nos de hecho, no estamos en la onda de Jesús. Seamos cultivadores de semillas. No perdamos el tiempo, porque perderemos ocasiones de gracia. Y tengamos la convicción que todo lo que le pidamos a nuestro Dios, nos lo concederá… pero ¡siempre, semillas, lluvia, fecundidad!

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