La capacidad innovadora de la Iglesia española es sorprendente. Acaban nuestros obispos de elegir al “nuevo” presidente de la Conferencia Episcopal. Lo “nuevo” repite el pasado de hace dos “trienios”. Suena todo a “comisión permanente” sin especiales novedades. La gerontocracia se perpetúa en la Iglesia, apoyada por una juventud que no logra hacer oir una voz novedosa, creadora. Exactamente lo contrario de aquello que sucede en nuestra sociedad laica.
Mientras tanto, en este tiempo la sociedad española sigue procesos muy serios de cambio. Los líderes políticos de hace10 años han sido reemplazados. Aparecen rostros jóvenes, personas nuevas -mujeres y hombres- con capacidad de liderazgo, con nuevas ideas, con nuevos proyectos.
Cuando tildan a la Iglesia de “conservadora” no están hablando en términos “metafísicos”, sino en términos fenomenológicos. Esa es la impresión que ofrece. Pero, al decir conservadora, se está diciendo algo más que aquello que la categoría política implica. Se está diciendo, “perezosa”, renuente al cambio, a la innovación, falta de ideas, reiterativa en el pasado.
¿Qué se puede esperar de personas supercargadas, que no tienen tiempo para vivir holgadamente, que están en constante movimiento, atendiendo “a medias” a muchas cosas? Aparecerá la figura del líder sólo al fin de unas jornadas para dar una bendición y decir unas palabras, dado que inmediatamente ha de irse a otra parte.
Si el Espíritu Santo es innovador, entusiasmante, portador de soluciones, ¿qué decir cuando más de 80 personas, consagradas por el Espíritu deciden colectivamente repetir el pasado?
Me hago estas preguntas pensando en que yo tengo también que ser relevado, que mi tiempo está pasando, concluyendo. Que llega el momento en que hemos de dejar espacio al Espíritu que viene y confiar absolutamente en Él y sus paradójicas manifestaciones.
(Jueves, 06 marzo 2008)
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