Llega la Semana Santa del año 2008 y para mí trae novedad. Nunca lo había pensado con tanta intensidad como ahora. Y todo me cuadra mejor. Todo resulta mucho más lógico y coherente.
¿Qué pretendió Jesús al entrar como entró en la ciudad de Jerusalén? ¿Qué nos quieren transmitir los Evangelistas al dedicar tanto espacio en sus evangelios al conflicto de Jesús en Jerusalén en su última semana y la consiguiente condena a muerte y ejecución?
El primer gesto es inequívoco: Jesús entra en Jerusalén como un rey pacífico, alternativo, rodeado de sus fieles seguidores y aclamado por ellos. En sus aclamaciones hay referencias inequívocas al reinado de David. Si cuando estaba en Galilea, Jesús huyó del pueblo que quería hacerlo rey, tras el gran gesto de la multiplicación de los panes y los peces, ahora -al entrar en Jerusalén de esa forma tan simbólica y tan regia- Jesús no rehusa, acepta, ejerce de protagonista. La gente extiende sus mantos, lo aclaman con ramos arrancados de los árboles.
Pero no imaginemos una situación plácida, pacífica. Los días de la Pascua Jerusalén estaba tomada por la policía imperial. El gobernador romano se trasladaba a la ciudad, la capital, para dirigir las operaciones de mantenimiento del orden. En ediciones anteriores de la Pascua hubo revueltas y sangre, especialmente con los rebeldes galileos.
Se necesita mucha convicción y valentía como para escenificar una entrada régia en Jerusalén en tales circunstancias. Y así lo hicieron.
No sabemos porqué, pero el caso es que nadie, ninguna fuerza pública, le impideron a Jesús y a los suyos escenificar este camino hacia la investifdura regia. Me parece evidente que Jesús quería establecer el reinado mesiánico, aquel reino añorado, orado tantas veces en los salmos. Jesús se dirigió, por eso, no al Pretorio, al centro del poder político, sino al Templo. Y al llegar allá, lo primero que intentó fue “purificarlo”, porque lo habían convertido en una”cueva de bandidos” y no era “casa de oración para todos los pueblos”. Jesús llevaba consigo un programa de deconstrucción y construcción: “destruiré este templo y en tres días lo reconstruiré”.
Y entra en el templo. Y allí “toma posesión”. Expulsa a los vendedores, a los cambistas. No deja a nadie transportar cosas por el templo. Paraliza todo. Las autoridades se dirigen a Él y le preguntan: ¿COn qué autoridad haces todo ésto?
Una Semana Santa “light”, espiritualista, ¡tiene poco que ver con la auténtica Semana Santa!. Hay en la Semana Santa una propuesta alternativa de de-construcción y construcción.
A lo largo de estos días seguiré reflexionando. Espero que el Espíritu nos guíe para comprender lo que en realidad es el fundamento de nuestra fe..
(17-03-08)
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