PENTECOSTÉS: EL ESPÍRITU DE LA RECONCILIACIÓN APARENTEMENTE IMPOSIBLE, Domingo, ciclo C

Nos resulta difícil armonizar la diversidad y la unidad. Nos encanta la biodiversidad en la naturaleza. No tanto, la humano-diversidad cuando ella nos resulta incomprensible, o nos enfrenta a unos con otros. Pentecostés nos habla del Espíritu de la diversidad y la unidad, de la que parece “reconciliación imposible”

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Muchos carismas… un solo Espíritu
  • El Espíritu de la diversidad y la unidad
  • El deseo del Reino … dejarse llevar por el Espíritu

Muchos carismas… un solo Espíritu

Sin embargo, el Espíritu de Dios actúa como el gran diseminador y unificador. De Él brotan la variedad y la diferencia, pero también la fuerza que nos une y nos lleva a la comunión. San Pablo nos recuerda que hay muchos carismas, servicios y dones, pero un solo Espíritu que los anima a todos. El Espíritu no busca una uniformidad que aplaste la riqueza de lo diverso, sino que crea armonía, haciendo posible la unidad en la diferencia.

En Pentecostés, los apóstoles, siendo tan distintos entre sí, recibieron el Espíritu y formaron un solo pueblo, capaz de entenderse más allá de lenguas y culturas. Así, la Iglesia nace como una comunidad variada y universal, llamada a vivir la comunión y la inclusión, superando las divisiones y aprendiendo a escucharse y complementarse.

El Espíritu Santo nos invita hoy a crecer en esta profunda comunión, a acoger la diversidad como riqueza y a buscar juntos la armonía y la paz.

El Espíritu de la diversidad y la unidad

Vemos que la historia y el universo están rotos, fragmentados. Hay divisiones religiosas (diversas religiones, diversas confesiones cristianas, diversas y opuestas tendencias en la misma confesión…), divisiones políticas (causas de guerras frías y calientes), divisiones que nos hacen vivir la relación con la naturaleza de forma tensa, problemática, dramática (tifones, terremotos, desgracias ecológicas)..

Hay divisiones que proceden del diablo (dia-bolon), de ese poder misterioso que nos divide y enfrenta. Pero lo diabólico también crea unidades de maldad, redes perversas que intentan destruir la legítima y sana diversidad.

El Espíritu de Dios es el Espíritu de la variedad, la diferencia, la pluralidad. Pero también el Espíritu de la unidad. Pablo nos dice hoy que son muchos los carismas, muchos los servicios, muchas las energías de las que disponemos. Pero ¡uno solo es el Espíritu!

El deseo del Reino … dejarse llevar por el Espíritu

Jesús nos invita a la paciencia, recordándonos que solo Dios puede transformar el mundo según su Reino. La verdadera inspiración y libertad nacen de la espera humilde y confiada, sostenida por el Espíritu, quien nos abre a la tolerancia y nos conforta en el camino. Frente a la impaciencia de los tiranos, el Espíritu nos enseña a esperar y a colaborar con su presencia sorprendente, dándonos esperanza y vida nueva.

Conclusión

Pentecostés es la fiesta de la Belleza, como decía san Agustín: unidad en la variedad. El Espíritu, fuente de armonía y creatividad, embellece el mundo al recomponer el proyecto original de Dios, donde la diversidad se convierte en riqueza. Esta belleza, que vence la hostilidad y la violencia, es la manifestación activa del Amor y la libertad de los hijos de Dios, llamados a la glorificación y al gozo de la creación reconciliada.

“El Espíritu clama en nuestro interior: ABBÁ, PADRE (Rom8,15) . Padre nuestro en arameo según la reconstrucción del gran exégeta Joachim Jeremias en su libro “Las oraciones de Jesús”

‘Abbá …. Abbá yit qaddásh semáj teté maljhutáj
laj lmán delimjjar hab lán yoma dén ushe boq lán}lobaín
kedish baqnán le :layyabaín
wela’ ta ‘elinnán le nysyón.
A – – MEN
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A – – MEN

‘Abbá …. Abbá yit qaddásh semáj teté maljhutáj
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kedish baqnán le :layyabaín
wela’ ta ‘elinnán le nysyón.
A – – MEN

(15 de mayo de 2025, 19:23)

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LA NOSTALGIA DEL PARAÍSO-CIELO -ASCENSIÓN DEL SEÑOR, Domingo VII, ciclo C

Hoy celebramos la ascensión de Jesús al Paraíso y nos abrió sus puertas.

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El cielo indefinible y misterioso
  • Unir el cielo con la tierra
  • Ascendió al cielo

El cielo indefinible y misterioso

Cuando los seres humanos soñamos nos surge el sueño y el ansia de “un paraíso”. El Jesús que le prometió al ladrón “hoy estarás conmigo en el paraíso” habló muchas veces del cielo. El cielo es el trono de Dios o la sede de su dominio y su reinado (Mt 5,34; 23,22). Incluso nos dijo que Él mismo había bajado del cielo: “Yo soy el pan que han bajado del cielo”. Del cielo bajó el Espíritu Santo, que se posó  sobre Jesús -en forma de paloma- y sobre los discípulos el día de Pentecostés forma de fuego y viento impetuoso. Del cielo bajan los ángeles que anuncian y que consuelan, las voces de Dios que manifiestan el sentido de lo que acontece. El cielo es el punto de referencia cuando Jesús o sus discípulos oran: “levantan los ojos hacia el cielo”.

Unir cielo y tierra

El gran sueño de Jesús consistía en unir cielo y tierra, en interrelacionarlos, de modo que todo el cielo se hiciera presente en la tierra: “así en la tierra como en el cielo”.

¿Cómo es el cielo, cómo es el paraíso? San Pablo nos advierte que “ni el oído oyó, ni el ojo vio, ni el corazón humano puede imaginar, lo que Dios tiene reservado a los que ama” (1Cor 2,9). Cualquier ejercicio de imaginación podría convertirse incluso en una tortura, por nuestra incapacidad de imaginar lo que excede nuestras categorías de tiempo y espacio. Por eso, ¡no imaginemos lo inimaginable!, pero dejémonos caer rendidos y confiados en manos de nuestro Dios. En Él está nuestro misterioso futuro. Él nos asegura que algo hay en nosotros que nunca morirá y que tiene vida eterna.

Ascendió al cielo

Jesús ascendió al cielo: “Cristo ha entrado no en un santuario construido por hombres, sino en el mismo cielo para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros”, proclama hoy la segunda lectura. Jesús se ha entregado totalmente y “ha destruido el pecado con el sacrificio de sí mismo”. Jesús ha inaugurado el camino que nos lleva al cielo. Por eso siguiéndolo a Él tenemos entrada libre al cielo.

Jesús no nos abandona ni nos deja huérfanos. Desde allí nuestro buen Pastor cuida de nosotros, intercede por nosotros, nos prepara la morada. Desde el cielo, viene en cada Eucaristía, en la Palabra, en la Iglesia-su-Cuerpo, en los hermanos que se aman, en los más necesitados que requieren nuestra ayuda.

¡Qué cerca tenemos el cielo! El cielo está de nuestra parte. En él tenemos nuestra morada, nuestro estado definitivo, nuestro destino irrevocable.

Conclusión

Aunque estemos enfermos, no estamos desahuciados. Aunque suframos, no es el sufrimiento nuestro último destino. Aunque experimentemos aquí un infierno, ese infierno es sólo antesala del cielo, si volvemos a Jesús y en Él ponemos toda nuestra esperanza.

LETRA

[Coro]
“Nueva Jerusalén, ciudad del cielo, desciende ya a nuestro suelo,

y disipa nuestra muerte y dolor,

Maranatha, ¡ven Señor!  


[Estrofa 1]

Del cielo bajas, ¡ciudad sagrada!

como esposa para su amado engalanada.
Entre nosotros Dios hace su morada,

nos transfigura una vida renovada.



[Coro]
“Nueva Jerusalén, ciudad del cielo, desciende ya a nuestro suelo,

y disipa nuestra muerte y dolor,

Maranatha, ¡ven Señor!  

[Estrofa 2]

Morimos para ser al fin transformados

renacemos como imagen de Dios

con el Espíritu de Dios iluminados
en un éxtasis inmenso, fascinados  

[Coro]
“Nueva Jerusalén, ciudad del cielo, desciende ya a nuestro suelo,

y disipa nuestra muerte y dolor,

Maranatha, ¡ven Señor!  

[Estrofa 3]

¿Dónde está, oh muerte, tu victoria?

su aguijón se desvanece en lo etéreo,

Tu Gracia, oh Abbá, nos resucita

y tu Espíritu a vida nueva nos invita.  

[Coro]
“Nueva Jerusalén, ciudad del cielo, desciende ya a nuestro suelo,

y disipa nuestra muerte y dolor,

Maranatha, ¡ven Señor!  

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DIGNO DE AMOR Y MÁS ACTUAL QUE LA IGLESIA – Domingo VI de Pascua, ciclo C

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • ¿Amar a Jesús?
  • El acceso emocional a Él
  • Razón de amor

¿Amar a Jesús?

“A quien me ame, mi Padre lo amará”. Jesús nos dijo que tenemos asegurado el amor de Dios Padre si le amamos.  Pero ¿no es verdad que de Jesús nos distancia dos mil años? ¿Será posible amarlo? En su tiempo muchas personas lo amaron, lo acompañaron y siguieron. No pocas hasta dieron su vida por Jesús. Hoy Jesús nos pregunta también como a Pedro: “Me amas”? 

El acceso emocional a Él

Nuestra fe no es solo intelectual, es emocional. Creemos en Jesús cuando nos emociona, y no a través de meros conocimientos teológicos. Amarlo es emocionarse.

 “Jesús es digno de amor porque es más moderno y actual que la misma Iglesia” (dijo Johan Baptist Metz). Amar a Jesús es soñar, contemplar la historia con casi una loca esperanza en aquello que vendrá.

 Quien sigue a Jesús siente que el universo se sustenta en un acto de amor continuo e infinitamente paciente; que es el amor lo que le permite seguir existiendo; que el amor mueve el sol y todos los demás astros”, como decía Dante. El Dios Amor es el fundamento de nuestra existencia. Dios “está tan cerca de ti como las venas de tu cuello”, escribe el libro sagrado de “El Corán”. 

Razón de amor

El gran teólogo Karl Barth describía a Jesús como “nuestro contemporáneo”. El Espíritu Santo lo trae a nuestro tiempo y espacio. De Jesús habría que decir: “tan fascinante que es imposible conocerlo del todo! Él es el Creador en medio de su Creación. Y sin embargo, sometido a todo. Él decía con frecuencia: ¡no temáis” y enseñaba el arte de la no-violencia: “si alguien te pide el manto, dale también la túnica”, “si alguien te hieres en la mejilla derecha, ponle también la izquierda” (Mt 5,39). Transmitía sus enseñanzas en los camino, en los prados -donde pacen las ovejas-, en un monte o una llanura, también en el templo. Con sus bienaventuranzas enseñaba el arte de la felicidad. Deseaba forma una comunidad donde la violencia termina.

A quien le preguntó: “entonces quien podrá salvarse? Él respondió: ¡Con Dios todo es posible! (Mt 19,25-26). Hizo gala de una desconcertante despreocupación por la sexualidad y dirigió su propia vida sexual como si la tuviera, fuera de página. Rechazó, eso sí, explícitamente el divorcio. Y sobre la corrupción, le preocupaban los “sepulcros blanqueados”. Para Jesús, amor es más fuerte que la muerte.

Conclusión

Dios Padre que es Amor, nos ama cuando Jesús nos entusiasma, cuando le seguimos, cuando le amamos y establecemos amistad con Él. Las enseñanzas de Jesús son vida. Quien ama a Jesús se convierte en Morada de Dios. Cuando Dios está con nosotros, nada hemos de temer.

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¡LA COMUNIDAD QUE JESÚS SOÑÓ! Domingo V de Pascua, ciclo C

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EL BUEN PASTOR: LIDERAZGO BELLO Y TRANSFORMADOR – Cuarto Domingo de Pascua, ciclo C

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NO ES FANTASÍA LO QUE NOS MUEVE

[Estribillo]
No es fantasía lo que nos mueve,

es el aliento del Espíritu
que teje
 sueños diurnos
que transforman
lo imposible
en caminos que florecen.

[Primera Estrofa]
En la zarza que arde sin consumirse,
en la voz que susurra entre sueños, 

Dios revela el horizonte que nos llama
como a Luis Amigó en su tiempo.

No hay camino trazado en el mapa,

se hace camino al andar 

los sueños son la brújula divina

que nos hace milagros detectar

[Estribillo]
No es fantasía lo que nos mueve,

es el aliento del Espíritu
que teje
 sueños diurnos
que transforman
lo imposible
en caminos que florecen.

[Segunda Estrofa]
Somos peregrinos de la esperanza

que vislumbran lo que aún no existe,

donde el fuego divino transforma

la realidad que hoy nos oprime.

No son meros deseos los que albergamos, 

son semillas del Reino que germina,

son utopías que soportan la luz 

y dan fuerza a quien las camina.

[Estribillo]
No es fantasía lo que nos mueve,

es el aliento del Espíritu
que teje
 sueños diurnos
que transforman
lo imposible
en caminos que florecen.

[Tercera Estrofa]
Como hermanos en sinodalidad
soñando juntos llegamos más lejos,

convirtiendo visiones proféticas 

en sueños de comunidad y encuentro. 

Dios no es sólo el Absolutamente
Otro,
 es también el Absolutamente Nuevo,

que nos da mientras dormimos

y despierta el carisma en nuestro tiempo.

[Estribillo]
No es fantasía lo que nos mueve,

es el aliento del Espíritu
que teje
 sueños diurnos
que transforman
lo imposible
en caminos que florecen.

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“IMAGINAR – SOÑAR – PLASMAR UN NUEVO RELATO”: LA VIDA CONSAGRADA SEGÚN EL PAPA FRANCISCO

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¿CREER EN LA RESURRECCIÓN? Domingo II de Pascua, ciclo C.

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¡TIEMPO DE PASCUA! La nueva conciencia y el entusiasmo de los “Peregrinos de la Esperanza”

San Pablo lo expresó así en su carta a los romanos (Rom 6): “Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él. Dios ha sembrado esperanza en el corazón del mundo al resucitar a Jesús, su Hijo. Él es ahora el Viviente, quien llena todo con su presencia transformadora (Ef 4,10).

Jesús Resucitado no solo vive; Él es la Vida del mundo: “Yo vivo y también vosotros viviréis” (Jn 14,19). Nuestro cuerpo mortal está destinado a ser transfigurado como el suyo (Filp 3,21).

El porvenir de la humanidad y de cada uno de nosotros es sostenible: no estamos abocados al caos y a la nada. Dios está comprometido con nosotros y Él sabe cómo conseguirlo.

“No estamos amenazados de muerte; estamos amenazados de vida, de esperanza y de amor”. Los cristianos vivimos bajo esta amenaza gloriosa: la resurrección. Con Jesús comenzó el retroceso de la muerte; caminamos hacia el Paraíso donde todo era bueno.

En este Año Jubilar de la Esperanza, nos invitamos a vivir los cinco domingos de Pascua como la peregrinación hacia la utopía. Que cada celebración sea un encuentro con el Resucitado, que nos hace ver y constatar que “otro mundo es posible”. Si Cristo resucitó, también nosotros estamos amenazados de Resurrección.

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